Los dos tesoros escondidos de Perú

Destinos mágicos que no encontrarás en TikTok… todavía.
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Cuerno Nueva York

En un mundo de checklists y rutas saturadas, hay quienes buscan algo distinto. Una forma de viajar más lenta, más consciente. Perú, país de dualidades y profundidades, guarda aún rutas donde el silencio es protagonista y las montañas hablan bajito. Kuélap y Choquequirao, dos destinos fuera del radar turístico tradicional, son puertas abiertas a ese otro Perú: el que no va de prisa, el que se descubre paso a paso.

Los dos tesoros escondidos de Perú

Elegir Kuélap o Choquequirao no es un accidente, es ir en la dirección correcta. La de quienes no se conforman con las rutas más caminadas y prefieren encontrarse en senderos que aún no han sido víctimas del turismo masivo. Aquí no hay filas para la foto perfecta ni restaurantes a la mano. Lo que sí hay: niebla espesa, arquitectura imposible, herencias silenciosas y una sensación de asombro que se queda en el cuerpo mucho después de volver.

En lo más alto de la región Amazonas, Kuélap se levanta entre selva y sierra, como una fortaleza de piedra escondida entre la neblina. Construida por los Chachapoyas llamados “los guerreros de las nubes” esta ciudadela preincaica desafía el tiempo con sus muros ciclópeos y estructuras circulares que aún respiran sabiduría ancestral. Desde el teleférico que sobrevuela el cañón del Utcubamba hasta el último rincón del sitio arqueológico, cada paso aquí se siente íntimo. 

Al sur, en la región de Cusco, Choquequirao se encuentra entre cumbres y abismos como una joya todavía por contar. Su acceso exige días de caminata, campamentos a cielo abierto y voluntad para adentrarse en la libertad. Pero el premio es único: una ciudad inca suspendida sobre las nubes, tan majestuosa como Machu Picchu, pero sin multitudes. Terrazas flotantes, templos ocultos y vistas que cortan la respiración convierten la travesía en un sueño. 

Kuélap y Choquequirao no son para todos. Y eso es parte de su magia. Son para quienes entienden que el lujo hoy no es la comodidad, sino el privilegio de descubrir lo auténtico. Viajar a estos lugares es un acto de conexión: con la tierra, con las culturas que la habitaron y con uno mismo. Destinos que se viven.

Desde México, llegar a Perú es más fácil de lo que parece. Con vuelos directos a Lima desde CDMX, y conexiones internas hacia Chachapoyas o Cusco, el camino hacia estas joyas está más cerca que nunca. Solo hace falta tiempo, voluntad y curiosidad. El resto, la montaña, la historia, el silencio, lo pone Perú.

Imágenes Cortesía.

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