Alfonso Dosal
La deconstrucción como una pieza clave para la transformación de la realidad.
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Alfonso Dosal es un creativo apasionado de las artes escénicas, cuyo interés por explorar otras realidades le llegó desde muy pequeño en una búsqueda por entender el mundo “desde unos zapatos distintos”. Al momento ha logrado una extensa filmografía, que incluye películas, series y novelas, aunque cuenta que su espacio seguro sigue siendo el que lo vio nacer: el teatro. Su curiosidad e ímpetu por retarse a sí mismo no solamente como actor, también como persona, lo han llevado a realizar papeles dentro de proyectos en la pantalla grande, como ‘Huesera’ (2022); ‘Narcos’, serie de Netflix en la que interpreta a Benjamín Arellano Félix, y próximamente ‘Bandidos’ en la misma plataforma.
Su camino dentro y fuera de la actuación lo ha hecho cuestionarse aspectos centrales de la experiencia humana, como su propósito personal y el rol que juega como hombre para sí mismo y para la sociedad; particularmente, en un contexto donde el género y su deconstrucción son la pieza clave para transformar la realidad que enfrentamos hoy en día.
Alfonso, gracias por aceptar esta entrevista y felicidades por ‘Bandidos’ y ‘Un Actor Malo’, tus dos más recientes trabajos. En todos estos años de trayectoria, ¿cuál ha sido tu mayor aprendizaje hasta ahora?
Siempre quise entender el mundo desde otras perspectivas; de hecho, en algún punto de mi vida quise ser doctor y después dije que no. Al final, creo que lo que me ayudará a comprender la vida desde los zapatos de los demás, es el teatro. Comencé a estudiar en 2004 y a finales de ese año ya estaba trabajando como director de casting. Mi papá, con quien vivía en ese entonces, no apoyó mucho mi decisión, incluso en algún momento me hizo elegir entre mi carrera o vivir en su casa… Y creo que mi decisión fue evidente —entre risas—.
Siempre me interesó abrirme camino como actor, pensando que es una carrera que te tiene que durar para toda la vida y en la que es muy fácil encasillarse. En 2005 participé en una novela, pero cuando me quisieron de exclusivo, me negué. Después trabajé un rato con Eugenio Derbez, quien me inspiró a seguir explorando y no encasillarme.
Yo sí quiero actuar toda mi vida, pero si mi objetivo fuera convertirme en una estrella, todo eso se acaba. No busco la fama ni el hecho de no poder pasear en la calle, quiero salir con mis hijos y poder contar historias cada vez más chidas. Ciertamente, gravito más desde un lugar más pesado e intenso, que desde uno liviano —refiriéndose a sus personajes—. ‘Bandidos’ vino a quitarme las telarañas de la cabeza y a decirme: “Güey, Miguel es ingenuo, es buena onda y es ligero”. Claro, después llegó ‘Un Actor Malo’ y sabía que sería un papel muy polémico, pero aún así quise hacerlo.
Además de ‘Bandidos’, Dosal se encuentra en vísperas de estrenar ‘Un Actor Malo’, donde da vida a Daniel, un actor en el despertar de su carrera profesional y cuya filmación de su siguiente película se ve paralizada cuando su coprotagonista, Sandra Navarro (interpretada por Fiona Palomo), lo acusa de violarla durante una escena de cama. Daniel, incapaz de comprender la gravedad de la situación, enfrenta fuertes consecuencias.
Alfonso abre un espacio junto a PERCHA MAGAZINE para conversar sobre los ejes centrales de este proyecto: la violencia de género y el consentimiento.
“Los hombres debemos entender que TODOS, en un arrebato de ego, somos agresores en potencia”.
Perteneces a una generación que creció con —casi ningún tipo de información acerca de temas como la violencia sexual, el consentimiento, mucho menos el feminismo… ¿Cómo fue para ti darle vida al personaje de Daniel?
Nací en 1985 y crecí con todo mal. El discurso no existía en lo absoluto y para mí era muy importante reflejar eso. Daniel, de hecho, era menos “buena onda” y yo le decía a Cuchi (el director): “Necesitamos que esto entre, pero profundo, y que nos quede claro que cualquiera de nosotros, en un momento de ego, somos un posible agresor”.
Para mí es mucho más genuino entender al agresor no desde esa falla psicológica en la que lo conocemos como el violento, el loco, sino como es: alguien que en un momento de ego puede cometer un grave error, porque pensó que podía. Porque no entiende el concepto del consentimiento y eso sí le corresponde a mi generación. Es algo que llevamos trabajando hace apenas 11 o 12 años, cuando mucho. Antes de eso no sabíamos nada; es más, era lo normal, pero ahora ya existe cuestionamiento y vemos que todo lo que pensábamos de esto estaba mal.
“Tenemos metida en nuestro género la misoginia, sin darnos cuenta”.
Daniel propone un acercamiento distinto al agresor sexual que tenemos socialmente, mostrándolo como un hombre promedio. ¿Qué resistencias crees que aún tienen los hombres para comprender esto?
Nadie desea verse en ese lugar, no queremos identificarnos como tal. Por eso siempre señalamos al otro como violento y la verdad es que todos nos tenemos que reconocer desde ahí. Todos hemos caído en ese lugar, porque socialmente estamos adoctrinados para hacerlo. La falta de amor entre hombres, el que no se nos permita llorar o escuchar cosas como: “A mí no me beses, porque soy hombre”, siguen siendo tan comunes. Incluso recuerdo que mi papá me daba cigarros, como para que me hiciera hombrecito.
Le tenemos miedo a la comunicación, porque nos van a tratar de putos si actuamos diferente, ¿no? Y entonces somos misóginos y homofóbicos, porque nos enseñaron que la mujer no valía nada y que los hombres sensibles eran putos. Sin darnos cuenta, tenemos metida la misoginia en nuestro género.
A mí me obligó la vida. Cuando tuve hijos y comencé a repetir el patrón de mi padre, dije: “¡Vaya! Todo lo que trabajé en terapia lo estoy repitiendo”. Y la terapia no ayuda a no repetir el patrón, sirve para darte cuenta, repetirlo o no es tu decisión.
Interpretas a un personaje que se dedica a lo mismo que tú. ¿Qué similitudes encuentras entre ‘Un Actor Malo’ y la vida real?
Todas. Es igual, aunque cada vez ocurre menos, porque son las mujeres quienes levantan la voz. No son ellos los que ya no hacen las cosas, sino ellas las que denuncian las acciones y las que dicen: “Esto no lo hago”. Nunca somos nosotros los que decimos no.
Si pudieras hablar con Daniel sobre el consentimiento, ¿qué le dirías?
Que no hay línea delgada en el set, todo es ficción y no hay cosas reales. Es normal que puedas confundirte, porque estamos jugando con emociones y con el cuerpo, pero lo que está mal es que dentro del trabajo haya faltas de respeto.
El set es un lugar sagrado, no se hacen esas cosas dentro… No metes una mano, no metes nada… Porque es un lugar donde tu compañera de trabajo confía en que la vas a cuidar. Eso es lo que es muy delicado.
En un mes donde las mujeres tomamos el micrófono y las calles para exigir nuestros derechos, ¿qué crees que deberían estar haciendo los hombres desde su trinchera, para transformar la realidad violenta que enfrentamos durante todo el año, todos los años? ¿Cómo sería un espacio para ti, en donde los hombres pudieran realmente observar sin resistir y empezar a reparar?
Debemos entender que si permanece el enojo es porque no ha habido reparación desde este lado. Por eso, para mí, eran muy importantes ‘Huesera’ y ‘Un Actor Malo’, porque con ellas cualquier hombre se puede identificar. No es que seamos monstruos por naturaleza, sino que es un sistema opresor, pero es más fácil echarle la culpa al sistema que reconocerlo en uno.
Si escuchamos chistes misóginos, hablemos de que ya no son graciosos y cambiémoslo. Busquemos narrativas nuevas en la comedia, lo que estamos haciendo para dejar de fijar estereotipos, al menos del trabajo que yo tengo que hacer personalmente como ser humano para seguir detectando mis violencias, porque tengo muchísimas, y tengo ideas erróneas cargando de atrás. Hay que reparar. Pero también en mi discurso tengo el ya no permitirlo. Y si estamos viendo ejemplos de eso, pues detenerlos.
Creo que son acciones las que también debemos llevar a cabo para que veamos que no pasa nada, que podemos ser sensibles, especialmente con nuestra sexualidad y nuestras emociones. Está bien llorar y que puedas apapachar la espalda al otro. Y si el otro es duro o reticente y no quiere abrir ese espacio, es porque tiene su historia. Pero empecemos por romper esas barreras como hombres que tenemos impuestas por nuestros padres, abuelos y bisabuelos.
En un país donde, de acuerdo con cifras del INEGI, más de 243 mujeres al día son víctimas de violencia sexual, la conversación alrededor del consentimiento es clave para prevenir que estos casos sigan aumentando. Las mujeres nos hemos movilizado a diestra y siniestra para visibilizar la violencia que vivimos y si bien hemos logrado muchos avances en materia legal, aún queda un largo camino por recorrer. Mismo camino que, a partir de cierto punto, no podemos transitarlo solas, porque los cambios requieren de la participación activa y consciente del hombre.
Como mujeres, hemos comprobado que nadie nos cuida mejor que nosotras mismas, de eso no hay duda alguna. Lo que buscamos es que eventualmente dejen de existir hombres de los que tengamos que cuidarnos. Pero el hombre se adoctrina en trinchera, aprende de sus iguales y repite lo que por generaciones no han logrado restaurar, principalmente porque lo que se repite una suficiente cantidad de veces termina por convertirse en normal. Y es así como 11 feminicidios se han vuelto el pan de cada día.
Humanizar a un abusador no debería resultar en su impunidad, sino en comprender que este problema es algo cotidiano por lo que atraviesa todo hombre que, cegado por su privilegio patriarcal, se ve incapaz de comprender que las mujeres no son territorio de conquista.
La rabia, la impotencia y el coraje son necesarios para movilizar a un género que por años ha sido oprimido. Tristemente, siguen existiendo razones para marchar y manifestarse. Es importante entender que estas formas han sido el último medio; sin embargo, no son el último fin. Esta es una lucha contra el patriarcado, mismo que nos atraviesa a todxs de distintas maneras. Desde luego, las mujeres han pagado el precio más alto, aunque esto no significa en lo absoluto que el resto no sufre también las consecuencias. Hasta que las mujeres vivan libres y sin miedo, y los hombres sean libres de su propia jaula de oro, en esta lucha seguimos perdiendo todxs.
Corrección y Estilo por Rodrigo Chávez López
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