
CARLOS RIVERA
EL ARTE DE VOLVER A VOLAR
A veinte años de haber comenzado su camino en la música, el cantante y compositor mexicano no solo celebra una trayectoria sólida, sino también una relación profundamente genuina con su arte, su público y, sobre todo, consigo mismo.
En la vida de Carlos Rivera hay dos mundos que coexisten en equilibrio perfecto: el del artista que se sube al escenario y el del hombre que, al cerrar la puerta de su casa, se permite ser simplemente Carlos. Sentado en un espacio que él mismo ha construido para rodearse de belleza, con arte en las paredes, esculturas, naturaleza y silencio, habla con la claridad de quien ha aprendido a escucharse, incluso en medio del ruido.
“Me considero una persona supernormal”, dice con una sonrisa tranquila. “No es que me esfuerce por vivir una vida así, es simplemente lo que me gusta. Cuando me toca ser artista, me pongo ese chip. Pero cuando llego a casa, regreso a lo más básico: estar conmigo, con los míos, y sentirme tranquilo”. Esa normalidad, lejos de ser simple, ha sido su brújula para mantener el rumbo en veinte años de carrera.
Desde hace dos décadas, el gimnasio forma parte de su rutina diaria. No le interesan los deportes, pero encontró en el ejercicio un espacio propio, constante. Medita cuando lo necesita. Se queda en casa cuando puede. Y ha hecho de ese espacio un refugio, donde el arte vive y lo acompaña. Carlos colecciona obras de artistas plásticos, especialmente emergentes, y se deja inspirar por todo lo que le vibre el alma. “Me gusta ver la belleza, desde un cuadro hasta la naturaleza. Yo creo que como artista, también necesito rodearme de arte”.
También ha trasladado esa necesidad de conexión a su vínculo con el público. Rivera no ha perdido el hilo que lo une a sus fans, incluso cuando la industria le exigía mirar hacia otro lado. “Conozco a quienes lideran los clubes de fans. Sé quiénes van a mis conciertos. Hacemos lo posible por agradecerles, aunque sea con un momento pequeño. Quiero que se sientan vistos, porque lo están. Han estado conmigo desde el principio”.
Hoy, ese compromiso emocional se refleja en un nuevo disco: “¿Qué significa el amor?” Un álbum que, más que una producción musical, se siente como una declaración del alma. Cada canción tiene su propia obra de arte. Y cada colaboración, una forma de crear puentes con nuevas generaciones.
“No es solo que esté explorando un nuevo sonido, es que quiero aprender a hacer las cosas de otra forma. Estoy fascinado con la creación: la pintura, la música, la composición. Me siento como si estuviera empezando otra vez, pero con la experiencia de todo lo que ya viví”.
Hay algo profundamente poético en la forma en la que Carlos Rivera habla del arte. Como si no fuera solo un oficio, sino una extensión natural de su sensibilidad. Esta fascinación se le nota: en la elección de cada palabra, en cómo habla de los artistas que admira, en su manera de rendirse ante la belleza. No busca impresionar, busca emocionarse. Y en ese proceso, emocionar también a quienes lo escuchan. Más que construir un legado, Carlos parece más interesado en seguir aprendiendo. En mirar con asombro lo que otros hacen, en preguntar, en abrir puertas. Porque detrás del éxito, del reconocimiento y de los escenarios llenos, hay un hombre que sigue creyendo en la música como refugio, como espejo, como vuelo. Un hombre que, a pesar de los años, sigue eligiendo la vulnerabilidad como punto de partida.
A lo largo de la conversación, Carlos vuelve una y otra vez a la idea de transformación. De mirar hacia el futuro con la humildad de quien todavía tiene preguntas. Ha preferido rodearse de artistas jóvenes como Andrés Obregón, Olivia Wald o Mafalda Cardenal, para absorber nuevas maneras de entender la música. “Hay una canción que se llama “El vuelo” y habla justamente de eso: no es que regreses al suelo, es que estás volando hacia otro lugar”.
Esa evolución no lo aleja de su esencia. Al contrario, parece llevarlo aún más cerca. “Si escuchas el disco, me vas a conocer”, dice con certeza. El amor en sus múltiples formas: eterno, fugaz, propio, roto, es el hilo conductor de este trabajo. Y aunque el título pregunta ¿Qué significa el amor?, la respuesta es profundamente abierta: “Puede ser quien tú quieras: tú mismo, tu hijo, tu pareja, tu mascota… Me gustaría que cada persona que escuche el álbum encuentre su propio significado del amor”.
Con dos décadas de carrera, ocho discos de estudio y una voz que ha destacado en todo el continente, Carlos Rivera no parece mirar el pasado con nostalgia, sino con gratitud. Porque aunque ha llegado lejos, sigue haciendo lo más importante: escuchar, crear y volver a empezar.
Corrección y Estilo por Maryfer Jacobo
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