
Luisa Almaguer
EN VOZ ALTA
Luisa Almaguer entra en escena —esa nube que baja y hace que tome sentido la combinación de música, performance, discurso, estéticas al borde y una periferia con mucho qué decir. Lo hace sin dar explicaciones. Porque si algo tiene claro Luisa, es que su voz sabe ocupar el espacio. “Soy una cantante con una voz gruesa, de mujer trans”, afirma. Es importante decirlo así, para dar visibilidad y tener representación. Que exista en la palabra escrita y esté al alcance de todes. Así lo ha hecho en cine (actúa, escribe y dirige), en las series de Asco (La virgen del sexo) y en podcasts (La hora trans y Voyeristas). Ahora en la música.
Acto I. Habitar el sueño
El escenario de hoy es el Hotel Dama, donde recién termina la sesión de fotos en la que aplica sus principios de veganismo: no usa nada hecho de piel. Ante la pregunta: “¿Cómo estás hoy?”, Luisa lanza lo que parece un manifiesto en cuatro palabras:
“Viviendo el sueño, bb”. Sin eufemismos y con una buena dosis de realidad. Después de diez años de independencia precaria, acaba de tocar en Guadalajara, en León, y pasa el verano en Europa con Damon Albarn y Africa Express. Sí, ese Damon Albarn, el de Gorillaz y Blur. Un vuelco en su carrera tras cantar juntos “On Melancholy Hill” en Bahidorá 2024. Pero esto no es una nota de farándula.
Con ese impulso llegó un equipo. Sus managers Uchi y Marianette —de Mixta Music—, aparecieron para hacer lo que muchos artistas fingen saber hacer solos: administrar una carrera. “Yo necesitaba muchísima ayuda… desde contestar mensajes hasta entender cómo cobrar”. Básico, pero vital. Quedaron atrás los días de cargar sola el teclado, envuelto en una tela, mentando madres. Ahora hay estructura, logística, calendario. “Sí lo cambia mucho todo y siento más responsabilidad, pero, a la vez, me llena de placer ver al equipo”.
del sexo) y en podcasts (La hora trans y Voyeristas). Ahora en la música.
Este placer compartido se extiende a lo creativo: bye, soledad; hola, proceso colectivo. “Yo escucho a mis músicos y como ellos quieran, yo hago. Ya no soy yo la que decide, es una colaboración entre amigues”. Un acto de rendición frente
al otro y frente a sí misma. En este nuevo ciclo, Luisa ha decidido cambiar su enfoque: “Estoy intentando no componer tanto desde el dolor”, a diferencia de discos anteriores, surgidos de su necesidad de componer para no desgarrarse, con voces grabadas a media crisis. Como Weyes (2024), un disco dedicado a los hombres de su vida: los amados, los deseados, los que la rechazaron y, también, los aliados que acompañan. Lo que emerge ahora son ejercicios de memoria gozosa, imágenes de adolescencia, fragmentos que flotan sin dramatismo. “Me siento más abierta a mi intuición”. No es casualidad: Luisa practica la meditación trascendental, como la de David Lynch. Medita, recuerda. Y desde ahí crea, compone y canta.
del sexo) y en podcasts (La hora trans y Voyeristas). Ahora en la música.
Acto II. Cuando la vida te da un martillo
El arte, según Luisa, no es un acto de redención. “La música es algo muy hermoso, porque nunca te queda mal y la que yo hago no pretende más que ser un acompañamiento. No pretendo —ni es mi responsabilidad— cambiar a nadie, ni la vida de nadie, ni el mundo…, porque, además, es imposible. Ninguna rola va a acabar con el genocidio”. Lo que sí puede hacer es acompañarte. Y eso, en 2025, ya es bastante.
Entonces, ¿de dónde nacen sus canciones: de su cuerpo, de su cabeza, de su mundo? Luisa no lo teoriza, simplemente hace y con cada disco ha sido diferente. “Lo que intento siempre es ser lo más honesta posible sobre el escenario, estar presente y acordarme de las canciones, invariablemente”. El canto como ancla, el escenario como espacio de presencia absoluta. “Es casi algo que ya ni pienso, que ocurre solo”. Eso sí, una vez concluido el proceso de grabación, no vuelve a escucharse. “¡Jamás!No me gusta. Pero siempre cuido de no desafinar, bb”.
Todo se transforma en vivo. Su voz —esa que retumba profunda y se apropia del espacio— evoluciona con los años, se oscurece, se expande: “¡Imagínate lo que me depara!”. Ha descubierto matices distintos a lo grave gutural que quiere explorar más, pero la voz interior, la que se habla sola mientras todo arde, no cambia. “Se añaden pensamientos, reflexiones, pero permanece. Me cae bien”. Y, ¿explicar lo que canta? Ya no, gracias: “En adelante, quiero cantar un poco más y hablar menos. Que se trate de lo que les otres intuyan”. En resumen: escuchen, sientan, interpreten. Fin del mensaje. En escena, su presencia visual es tan contundente como su voz. “Para mí, la moda significa comodidad. Si por mí fuera, me vestiría como maestro Jedi, con capas. Pero, después de cantar en diciembre a las ocho de la noche casi encuerada en el Zócalo, aprendí que eso no se hace. Me gusta empezar los shows vestida con sacos —como Patti Smith— que luego me voy quitando. Pero ahora priorizo la comodidad. Casi nunca uso tacones, soy más de botas. Y uso mucho negro”.
Aunque no se considera una melómana, si algo le gusta, se obsesiona. “Llegué tarde, pero ahora estoy clavadérrima con Tori Amos. También escucho mucho el nuevo de Perfume Genius. Como vamos a sacar un cover de Delirios Crónicos, una banda
guatemalteca punk de los 80, los he escuchado mucho”. La honestidad aquí no es pose: es método.
Acto III: Despierta
Luisa no cree en futuros con glitter. “Me gustaría un futuro sin fascismo, un futuro con agua, con aire, sin transfobia, sin mamadas. Pero lo veo muy difícil, lo veo cada vez más lejano”. Pero en medio del apocalipsis que se dibuja, lanza una fantasía práctica: “Con una red de apoyo basada en las amistades…saber dar un golpe en defensa propia, saber carpintería, saber cómo hacer un pozo y cultivar comida”. Contra el colapso, comunidad. Punk meets permacultura.
Y ahí está el vértice: sin heroísmos, pero con método, lucidez, estructura para abrir grietas y romper con todo lo aprendido que está mal. Todo. Desde el género hasta la comida, desde el amor romántico hasta el capitalismo emocional de las apps. “Es una conclusión básica a la que tendríamos que llegar todes para poder empezar a hacer algo con nuestras vidas, con el mundo y con lo que nos rodea, con la manera en la que nos relacionamos”. ¿Qué es todo? “Todo: que genitales equivalen a género y con eso te explicas toda la existencia de la humanidad, ya sabemos que no es así. Que si le rezas a Diosito te pasa esto o aquello es una total mentira…, que se contó demasiadas veces hasta que se hizo verdad, aunque no sea real. Que un trabajo significa estabilidad o felicidad. Falso. Que el matrimonio es la base… mentira. Que la monogamia tiene que ser… no es cierto. Tampoco es verdad ese discurso de que los animales son comida. Son seres vivos sintientes, son personas como nosotres que merecen el mismo respeto y dignidad. Todo está mal porque toda su lógica obedece al dinero y al capital”, declara con contundencia. A partir de eso, también se cuestiona qué quiere y puede hacer ella. “Entre más genuinos y honestos podamos ser, podremos estar mejor parados”. No lo dice en tono apocalíptico, sino como quien ya habita otra realidad.
Luisa no está aquí para fingir que su camino es fácil, pero sí para transitarlo con agudeza y humor. Ella canta, dice, nombra, ríe y, sobre todo, invita a romper esa neutralidad que “solo ayuda al opresor”. Nos recuerda que a este mundo le hacemos falta. “Porque, como todo es una gran simulación, habría que empezar a ser reales”. Y eso, en esta era de extinción masiva, es un acto de subversión activa en voz alta.
Fotografía Paola Vivas @paolavivasphotography
Styling Venus Fabbricatore @venusfabbricatore para The Common Room @thecommonroom_mx
MUAH Luis Velveet @velveetmuah
Asistente de Foto Dulce Sofía Ortiz @sofffiiia
Agradecemos a Hotel Dama @hoteldama.mx las facilidades otorgadas para el uso de sus instalaciones.