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Mabel Cadena

Una actriz que nunca se ha mantenido al margen de sus ideas.
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Mabel Cadena llega con la misma calidez que siempre despliega en un set de filmación; cándida y expresiva, hace bromas y no deja a nadie del equipo sin saludar. Es un viernes de primavera por la mañana cuando esta actriz mexicana —dotada por igual para la fragilidad y la intensidad emocional, y perfeccionista hasta la médula— se alista para la sesión fotográfica. Está sentada cerca de la ventana del espacio de galería de la Casa UC, dentro de una casona en la colonia Condesa de la Ciudad de México, y la luz que se filtra evidencia lo impecable de su complexión. Hidratada, tonificada, luminosa… “Tengo un rodillo congelado que uso todos los días. El hielo activa la circulación y hace que me vea despierta, fresca”, dice con una sonrisa. Mabel es una buena conversadora, “muy honesta”, como declara al inicio de la plática, una que transcurre franca y directa, pero también cercana. Habla como actúa, sin miedo a entrar en polémicas o defender causas en las que cree. No se engaña a sí misma, ni pretende hacerlo con alguien más.
Sobre su decisión de ejercer la actuación de manera profesional, ya lo ha dicho todo. Surgió al sentir la intensidad de esa pulsión de vida cuando era pequeña y acababa de ver un musical en el teatro. Fue tan poderosa, que lo único que deseaba era replicarlo una y otra vez. Aunque también asegura: “Es algo que llevo en la sangre. En mi familia hay directores y actores”. Cuando terminó la preparatoria, “con un muy buen promedio” —orgullosa de su 9.9—, fue un dilema, ya que tenía ofertas de becas para estudiar lo que fuera en donde quisiera. Se decidió por la actuación y asistió a la Escuela de Artes Escénicas y Audiovisuales CasAzul, donde encontró la guía de Raúl Araiza. “No tenía un referente y él fue una de las figuras determinantes para perseguir esta carrera. Fue el pilar que me dio las herramientas necesarias para saber dónde podía empezar a construir”. Pero también se blindó con un plan B: estudió la carrera en psicología, así como una maestría en pedagogía e historia de la psicología, lo cual le ha permitido crear personajes con otras dimensiones, además de obras de teatro para niños.
Tampoco es novedad decir que pasó su infancia en Minatitlán, Veracruz, un estado que tiene esta dualidad que rebasa cualquier ficción; misma que hace que Mabel haga conciencia de la realidad que le tocó. “No tendría acceso a un mundo emocional tan diverso, ni sería la actriz que soy ahora sin mis días en Minatitlán. No sabría lo que es subirme a un árbol o hablarle a una persona mayor con otro tipo de respeto. He podido establecer otro tipo de conexiones con los personajes de mi trabajo, por conocer ese otro tipo de formas. Me tocó conocer Minatitlán desde la libertad y la belleza, pero también fue donde me hice consciente de la realidad del país; ahí supe lo que es perder a un amigo a manos de la violencia”, cuenta con un gesto grave.
Llegó a vivir a CDMX bajo el pretexto de que, en ese entonces, en Veracruz no había escuelas de actuación. Hoy no solamente ya hay una, también tiene un aula con su nombre. El mismo que aparece en los créditos de la serie ‘Capadocia’ (2012), donde se sintió sostenida por sus compañeras. Y en ‘La Diosa del Asfalto’ (2021), cinta en la que interpretó a Ramira, un personaje que le demandó permitir que se asentara su energía masculina —una con la que Mabel ha peleado como mujer— y que le valió una nominación al premio Ariel. “No solo la dejé ser, sino que aterricé esa energía masculina para construir un lugar desde donde podría jugar, sin miedo al qué dirán y a todas las basuras con que yo me enfrento a diario, [también] fuera del ser actriz”, relata mientras su peinador teje un lazo a lo largo de su coleta en el pelo.
Actuar le significa el reto de vivir en constante auto(re)conocimiento y disfrutar el habitar desde la diferencia. Y es que no siempre tiene experiencias de vida a partir de las cuales elaborar. Por ejemplo, para Namora —la guerrera talokan que interpretó en ‘Black Panter: Wakanda Forever’ (2022)— se preparó más allá de la fisicalidad. Como no tenía la experiencia de poder respirar bajo el agua, decidió crear a partir del mundo meditativo. “Desde el monitor, estudié las partes donde había tensión en mi cara durante los ensayos, para poder imitar la relajación en movimientos y mirada bajo el agua lo más parecido a la realidad, sin que me afectara el cloro”, explica emocionada. Ese proyecto también la obligó a romper la barrera del idioma. “Nunca dimensioné la importancia de estudiar inglés, aunque mi madre siempre me insistió. Cuando lo dominé, me cambió el cuerpo, el corazón y la forma de relacionarme conmigo; transformó mi seguridad, me liberó de barreras autoimpuestas y cambié mi forma de ver la vida”.
En el caso de Inés —una policía de ética impecable, que busca ser agente de cambio de la situación que le rodea en la serie ‘Bandidos’—, construyó a partir de un humor que ella no tiene. “Hice un ejercicio de crear desde el contraste”, reflexiona. También ha sabido emular su pasión por la música para traducirlo a un personaje, como cuando interpretó a Amada Díaz (por la que obtuvo otra nominación al Ariel como mejor actriz secundaria) en la película ‘El Baile de los 41’ (2020), que trabajó a partir del movimiento de sus manos. “Buscaba copiar la energía del movimiento de las manos de los pianistas, que se trasladó al resto de mi cuerpo para adquirir esta volatilidad y ligereza para fluir en la vida del personaje”, explica.
A más de 10 años de haber iniciado su carrera, la actriz tiene claro que ha evolucionado tanto como la industria cinematográfica en México. “Siempre he sido una luchadora social y he sido muy vehemente en ello. Sin embargo, mi lucha se ha modificado conforme he crecido y cambiado con la industria. A partir de mi historia, soy más consciente de lo que es más fácil, lo que no y lo que nunca cambiará. También identifico que tendrá un cambio público, pero no de esencia”, señala, clara de que nunca se ha mantenido al margen de sus ideas. Desde ahí también ha podido conciliar sus dolores y heridas para dejar de pasarla mal en la vida.
Mabel asume que el cine es cultura, sí, pero sabe que, sobre todo, es una industria y desde ahí especula: “En México [las audiencias] cuestionan la verosimilitud de una historia como ‘Bandidos’ con escenas que —evidentemente— no suceden en la vida real, pero no lo hacen cuando ven una cinta de Marvel o DC, con superhéroes fuera de esta realidad… Entonces me hace creer que la industria que permea en nuestro país sí surge a partir del melodrama (telenovelas). La cultura de consumo del entretenimiento sí tiene su base en cómo sufrimos las cosas y cómo vivimos la vida. Por eso pienso que resulta más digerible [para el público] que Hollywood nos presente una película de aventuras imposibles en la vida real y gozarla, a que sea una producción nacional con esa misma temática. Por eso se siente así de drástico el cambio. La realidad es que cada vez se producen más ficciones nacionales de aventuras, de cómics, de zombis… Me parece hermoso, porque la amplitud del panorama creativo que eso permite es fabulosa. Crea un contraste con el cine de autor que ya existe y hace que la industria mexicana se vuelva poderosa”.
Aunque a veces hacer cine se pone difícil. La carencia principal que Mabel Cadena identifica es la de encontrar buenos guiones. “Pero también me ha pasado leer un buen guión y descubrir en el set que no tienen una buena realización”, cuenta.
¿Cómo encara eso? “Resolviendo. También aprendo a partir de las decisiones que tomo. Por supuesto que considero realizar proyectos para divertirme, pero además cuido mi sensibilidad. He puesto mi corazón en guiones para luego darme cuenta de que los demás involucrados no tenían ni idea de lo que hacían”, explica en tono reflexivo.
Asimismo, ha aprendido a no irse de boca cuando amigos le ofrecen participar en sus proyectos. “Me hago preguntas como ‘¿qué me va a dejar esto?’, sin idealizar o romantizar la respuesta. Ya no acepto la condición implícita de un bajo presupuesto a cambio de trabajar con alguien que admiro. Si yo estoy lista para hacer mi parte, ¿por qué trabajaría con alguien que no está preparado para hacer el suyo? Más allá de los presupuestos [porque siempre habrá de todo], se necesita el compromiso de estar a la altura de lo que hacemos. A mí no me importa el presupuesto si existe un equipo de creativos que se encuentra a la altura de lo que propone”, asegura con esa voz firme.
¿Qué significa estar a la altura? “Para mí significa que todos sepamos hacer el trabajo con profesionalismo y respeto, en cada nivel de la jerarquía. Que un director llegue ensayado y sepa dónde poner su cámara. Que un productor sepa cómo funciona la dinámica del día y te ofrezca las herramientas necesarias para construir con tranquilidad un proyecto. La honestidad es algo de lo que carece esta industria, y es lo principal para construir una ficción. Yo soy una actriz que va con verdad a trabajar”, reitera. “Hoy nos enfrentamos a una industria cinematográfica con otro tipo de recursos visuales que, tal vez, no todos en nuestro país [y América Latina] estamos preparados para manejar. Llegan nuevas y mejores tecnologías, otro tipo de lentes, escenografías creadas con pantallas LED que ayudan a que todo sea más rápido… Pero, al mismo tiempo, no siento que tengamos la preparación para enfrentarnos a ese nivel de industria todavía”. 
Su sentir es que en México existe mucho talento y una forma de fortalecer la industria es celebrando lo que hacemos. “Llenar las salas sin la necesidad de pedir apoyo. Celebrar cada proyecto que se levanta viéndolo, con la conciencia del trabajo que cuesta hacerlo. Dejar la crítica a los críticos”.
Ahora mismo, mientras está en la filmación de la segunda temporada de la serie ‘Bandidos’ para Netflix, tiene un panorama claro del talento con el que le gustaría  colaborar. Surgen los nombres de directoras como Ángeles Cruz, “honesta y de autor que tiene muy claro lo que quiere contar”; Alejandra Márquez Abella, “una guionista espectacular”, o Michelle Garza Cervera. “Acabo de ver la cinta ‘Un Actor Malo’, de Jorge Cuchi, con quien me encantaría trabajar. Actúan Alfonso Dosal y Fiona Palomo, quienes me han devuelto la inspiración”.
La actriz también va con la creatividad por delante, “la uso para ver mis debilidades como fortalezas, para crecer. Considero las limitaciones personales y de la industria como oportunidades en áreas y campos de trabajo. Me pongo creativa para ver si puedo salirme de ese entorno, para sentirme cómoda con mi cuerpo, con la actriz que soy y seguir adelante”, afirma con una amplia sonrisa. Y hablando de comodidad, enfatiza que se siente la más poderosa del mundo si va “como hip-hopera, con pants y gorra”. Ama las gabardinas y capas largas, “me gusta la comodidad y me siento bonita en lo natural”. Sin embargo, también explica que ha encontrado estrategias en usar alta moda. “Aprovecho esos momentos de exposición para materializar personajes que no me imaginaba”, y así también plantarlos en los demás, en productores y directores que puedan tener una visión de lo que ella es capaz de realizar. Le gusta la propuesta de diseño de Cruda y C.A.N.C.I.N.O., y aprecia mucho la estética de Prada y Dior. Mabel prefiere la ropa sin estampados y el estilo de líneas limpias de Carolina Herrera le parece la materialización de la elegancia.
Finalmente, de su rutina de cuidado físico comparte que diariamente corre entre cinco y siete kilómetros, además de hacer pilates de piso. “Llevo años corriendo y esta vez decidí entrenar como para un maratón… Eso me ha cambiado todo: los objetivos, la vida, la resistencia —incluso como actriz aguanto más un llamado—, me aplaca la mente y me enfoca muchísimo”, cuenta orgullosa mientras terminan de peinarla. La conversación debe concluir, no sin antes asegurarnos de que se siente fuerte, contenta, completa, pero también planea sus siguientes pasos. “Ahora solo pienso: ¿de aquí [este momento de vida y carrera], a dónde?”. No tiene una respuesta clara. Puede ser que la siguiente vez que veamos su crédito incluya el de productora, aunque sí existe la certeza de que lo que venga siempre será dar un paso en congruencia con lo que cree, quiere y siente.

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